Está muy mal visto lo de tener mitos, al menos formalmente, de palabra.
Existen argumentos muy sólidos sobre la conveniencia de analizar los hechos y comportamientos de aquellos a los que admiramos para demostrar, o comprobar si ya lo intuíamos, que tras el mito se esconden muchos rasgos de maldad, de mediocridad, de humanidad al fin y al cabo.
El peligro se encuentra en rebajar a la mediocridad a aquellos que en algún momento hicieron tan grandes cosas, si no somos tan egocéntricos como para relativizar la totalidad de las cosas, podemos autoinflingirnos un día esa misma rebaja: de la mediocridad a la nada.
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